Han pasado varios días, muchos días, en que la melancolía me ha ganado la batalla. A pesar de mis esfuerzos.
Seguramente la culpa de todo esto la tengo yo misma, por meterme en asuntos que no me conciernen, por decir palabras que no debiera, por tratar de manipular el futuro, por ponerme a escuchar esta triste canción...
Esta historia se remonta al decenio pasado, cuando Oasis comenzó a hacerse conocido por estas latitudes. Yo pasaba mucho tiempo dedicada a ver videos y, como suele pasar cuando uno escucha demasiado una melodía, se pegó a esos años y esos recuerdos...
El era un joven muy delgado, inmenso en su metro ochenta y algo, con su voz y mirada tan enigmáticas... conversar con él era una pelea, porque siempre tenía argumentos y siempre quería ganar... y yo igual. Me lo presentó mi hermano, compartimos mucho porque me ayudó a configurar mi compu y todas esas típicas cosas... así se fue tejiendo el amor...
A pesar de que éramos casi de la misma edad, yo me sentía en desventaja... su carreteo lo hacía estar mucho más al día, y eso me cohibió, tener cuidado, guardarme muchas cosas... él se dio cuenta y me encaró, asi que tuve que decirle... no me atrevo... a pesar de lo que sentíamos...
Siguió frecuentándome, estando por ahí, paseándose frente a mi casa, hasta que se le ocurrió la maldita idea de comprarse una moto... cuántas veces lo vi pasearse en ella, conversar con el amigo que lo ayudó a comprarla (que vivía frente a mi casa), hasta que un día tuvo ese accidente... estuvo un mes hospitalizado, inconsciente... volví a estar con él en su funeral, una horrible mañana de septiembre. Yo no era nada para su familia, él era nada para mi familia. El era tanto para mí, quizás yo también para él.
Esta canción es suya. Se pegó a su nombre, a su sonrisa. Porque él es y será siempre mi wonderwall. Nunca te olvidaré, Robin.