
Estos días he pensado mucho en el buen Señor, en su presencia, en su manifestación sutil en mi vida, en la forma como se ha presentado a tantos seres humanos durante los siglos.
Anoche, mientras asistía a la ceremonia de la luz, aproveché de refugiarme en la oscuridad de la iglesia y cerré los ojos para concentrarme en las lecturas que se leían. Me llamó profundamente la atención por qué el Señor parecía estar hablándole a niños pequeños en las lecturas del inicio de la Biblia, el génesis y el éxodo... eso me quedó dando vueltas en la mente, hasta que hoy en la mañana obtuve la respuesta. Cómo es posible que una mente joven, que no sabe nada casi de la vida, reciba el mensaje de un ser Omnipresente y Omnipotente... qué sutilezas, Señor, tanto en la forma de presentarte como en el modo en que te expresaste en esos libros quisiste llegar al corazón de los hombres, por eso hablaste en pequeño para que los pequeños pudieran comprenderte...
Hoy quisiera que te mantuvieras aquí conmigo, Señor, porque sabes bien que te necesito, que quisiera seguir siempre tus preceptos e inspiraciones, que reconozco mi multitud de imperfecciones pero no por eso dejo de equivocarme... sabes que de niña no quería crecer para no ofenderte y permanecer siempre pequeña... hoy, que ya crecí, quisiera quedarme cerquita tuyo, para que me guíes y me digas siempre qué es lo que esperas de mí.
Sólo Tú, que me conoces realmente, dime. No me dejes nunca, buen Señor.