Cuántas veces he leído por ahí que la realidad supera a la ficción.
Y es tan cierto.
Desde que me separé, he pasado por cosas que jamás creí vivir. He tenido que poner el hombro en todos los sentidos, mantenerme a flote a pesar de la soledad, a pesar de la escasez, a pesar de la incertidumbre, a pesar de la enfermedad.
Mi organismo, en apenas condiciones para funcionar, ha sido sometido a tristezas, a presiones, a problemas que a veces parecen ahogarme.
Pero la vida sigue. Y no sé cómo, sigo adelante. Como cristiana, es Jesús el nombre que se viene a mi mente y corazón.
Es extraño para el resto ver una persona que parece no tener la valentía de enfrentar la vida. A veces me pregunto qué pensarían quienes me rodean si supieran las cosas que he pasado, los dolores que he vivido, las pruebas a las que me he enfrentado. Porque nada saben. Todo lo he ocultado.
Y sigo.
A los pies de la montaña mágica.